sábado, 23 de agosto de 2008

Pucha, quiero playa.

La ventaja, dentro de muchas otras cosas más, que yo le encontré de vivir temporalmente en Barcelona, fue la playa. Está a un paso. Bueno, a más de cien seguro. Pero esta ahí. Al final de las Ramblas. Más allacito del monumento a Cristobal Colón.

Más allá del Maremagnum y del Port Olimpic, está la playa. La Barceloneta. Playa urbana, sin duda.

Soy una chica de mar, indudable. No seré loca-playa o nunca lo habré sido en mi infancia, creo que simplemente por el hecho de ser una vecina del pujante distrito de Barranco. Siempre estuvo ahí. Abajo del malecón de por mi casa. Bastaba con caminar una cuadra, y ya se escuchaba el mar, las olas, la risa de la gente. Creo que eso es lo que me gusta. Para mi eso es playa. La gente, el heladero, el chiquito con la pelota y la familia simplemente disfrutando el día.

Un clasico día de playa, era obviamente, domingo. Nos alistábamos, con ropas de baño de temporada, con juguetes de plástico de temporada (o los antiguos, que más daba), y con nuestras tablas de crush. Naranjas. Aquel que haya crecido en los ochentas, sabe lo que es una de esas. Luego, agarrar el volkswagen familiar, sin cinturones de seguridad y traca traca, a la playa. Surcando, en ese entonces, los aparentemente inhabitados pantanos de Villa y cruzándonos con más carros camino al sur.

Imprescindible, la comida. Mi familia era sanguchera. Cada que ibamos a la playa, era fijo: Pan Pyc con jamón y queso. Hasta podría ser que ese domingo, solo jamón. Inca kola comprada pasando el peaje que esta por Conchán, si mal no recuerdo (pof, hablo como si hace siglos he salido de la gran Lima). Esos puestitos del peaje son la muerte. Venden desde revistas hasta sombrillas, juguetes, gaseosas, helados, lo que la imaginación permita.

Nosotros íbamos a Santa María. Bueno, vamos. La única playa con entrada de pinos. Fabulosa, diferente. De chibola me alucinaba ver los pinos a la distancia. Mar tranquilón de cuando en cuando, y no muy grande ni demasiado poblada. A la salida del mar, sacarse la arena. Fijo. Papá nos mataba con la mirada cuando veía granitos de arena en su carro. Nos compraba barquillos. Esos tubitos, esos. Copa esmeralda D'Onofrio para mi mamá y él, una caja de Bombones.

Pasábamos por pan de regreso a la casa. Lurín, obvio. Chicharrones por doquier. Luego, un lonche-comida para acabar el día. Esos eran nuestros días de playa limeños por ese entonces.

Estando ya en Barcelona, imposible recrearlos, obviamente. Pero me deleitaba sabiendo que también a un paso de mi "piso" (bueno, a varias cuadras la verdad, pero caminable) también estaba la playa.

Así como me iba al sur de chica en Lima, en Barcelona agarré la costumbre de no ir a la Barceloneta a bañarme (playas urbanas... ustedes saben, en todas partes, siempre son bastante sucias), así que trataba de organizar a los amigos para irnos hasta Sitges. Treinta minutos en tren desde Barcelona.

El mar mediterráneo es diferente. En principio no es tan frio, y es muy tranquilo. Pocas veces he visto marea fuerte. De haberlas habido, nunca lo supe. Podía caminar con confianza hasta que el agua me llegue a la cintura o al torso, y nadaba. Nadé como nunca pude nadar en Santa María. Porque ahora que lo pienso, me parece que el Océano Pacífico tiene mas oleaje.

Trate de recrear mis días. Claro que el jamón (inglés) no era el mismo y el pan menos. Pero me hacía mis sanguchitos de queso crema con tomate o pimientos, compraba un agua (ahora trato de ser mas light, además la Inca Kola es super cara en Barcelona, aparte es la versión norteamericana, puaj) y a ponerse negra. Disfrutar el mar, las olas y el ruidito. Ese ruido playero, que esté donde esté, me transporta a mis veranos limeños. Imaginarios de momento desde mi locación actual en Escocia.

Confieso que alguna vez, camino a la playa, canté en mi mente Los Patos y Las Patas de los NSQ.

Yo, patinando en la Barceloneta...

1 comentario:

Malu dijo...

Buena flaki!!!
Te falta otro detalle mas... de los hippies en el parque.. todavia siguen...

Pero no te sientas tan desubicada, poco a poco te iras ubicando.