Mi vecina, que había brillado por su ausencia, llegó cansada, asustada, y como con tres maletas de mano sin saber donde ponerlas. Al principio me lamenté porque ya no iba con el asiento del lado vacío, y como el aburrimiento iba a durar horas de horas (el vuelo Madrid-Lima no es exactamente cortito), decidí hacerle el habla. Mi compañera de vuelo, era muy particular en su manera de vestirse, así que no había pierde. Algo divertido iba a salir de este asunto.
No nos habremos hecho patas, pero se convirtió en una gran amiga de ocasión. Parloteamos hasta cansarnos - resultó que también vivía en Barcelona y que su enamorado era peruano, y que en entre esos paquetes que se traía encima suyo; venía una pantalla planta para su computadora...¡y la computadora!.
Llegamos al Jorge Chávez, y mi amiga de ocasión desapareció sin mayor pena ni gloria.
Un mes después, regresando a la gran Barna, en el aeropuerto, me la vuelvo a encontrar, enamorado en brazo y en el mismo vuelo que yo. Compartimos risas, saludos y un hasta pronto.
Lamentablemente, al llegar a Madrid (debido a un retraso insoportable en Lima), perdimos el vuelo de conexión a Barcelona, y la línea aérea decidió acomodar a todos los pasajeros "sin hogar" en un hotel del aeropuerto hasta el vuelo del día siguiente (con vale de comida, porque sino, chillabamos más - que hicimos el revuelo del siglo en Barajas).
Nos ofrecieron compartir dormitorio, porque en realidad no habia mucha opción. Al vernos las dos solas, decidimos ser "roomates" por una noche, y aunque suelo ser bastante reacia con gente "extraña", no la pasé mal y al despedirnos de Madrid (ella iba en otro vuelo), agradecí a los cielos que era una chica super decente, que me cayó super super bien, y que si me la encontraba de nuevo, ya en mi mente pasaría a la categoría de "amiga".
Porque claro, después de haber tenido que compartir espacio nocturno, como que toca ¿no?
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